Se trata de una narración breve que, en primera persona, bordea la novela de iniciación, sin despegarse nunca de un marcado tono melancólico. La protagonista es una jovencita que deambula por una gris París, sobre los pasos de su excéntrica y abandónica madre, cuya figura es de alguna manera el centro de todo el relato. Su infancia se hace presente a cada paso, y el resto de los personajes que aparecen pasan también por este tamiz de nostalgia, de espíritu retrospectivo. La narración fluye de manera muy natural, con cierto pintoresquismo, sin proponernos sobresaltos y ofreciendo escenas de una contundente tristeza. El lenguaje es muy sobrio, prolijo. Eso sí: por momentos la historia redunda (como si se empatanara y comenzara a girar sobre su propio eje) y hay una duplicación un poco inverosimil entre la historia principal y la de la nena que le toca cuidar a la protagonista.
Una novelita relajada y bastante triste.
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